La llegada
de nuestra dulce estrellita
Las hojas
ocres adornaban aquel lugar, no podía evitarlo, sentía algo de aprensión,
nervios y ansiedad, mientras Max estrechaba mi mano con suavidad.
Y es que
llevábamos dos años desde que pisamos por primera vez aquella gran casona, aun
recuerdo que me sentía nervioso, pero no tanto como ahora…
Orfanato
Sacred Heart, podía leerse en una placa de bronce gastado en la reja que
separaba el jardín de la calle, como un pequeño mundo aparte, exclusivo y en mi
caso, aprensivo…
Pero por fin
después de tantas vueltas, idas venidas, exámenes, investigaciones, de exponer
no solo nuestra vida cotidiana, sino hasta lo más profundo de nuestro ser a
desconocidos, para que estos determinaran si éramos o no aptos para poder darle
amor a un niño.
Pero él lo
valía… con solo recordar aquella primera vez que nos vio, recupero las fuerzas
para seguir peleando por él. Porque Mathy nos encontró… y nos adoptó… Max y yo
estábamos aprensivos, caminábamos mientras veíamos a los niños jugar y realizar
diferentes actividades, cuando algo se abrasó a la pierna de Max, y al bajar la
vista nos topamos con unos ojitos dulces, castaños e inocentes, supimos en ese
instante, que habíamos encontrado a nuestro hijo…
Y ahora, dos
años después por fin podíamos buscarlo, ni siquiera escuché lo que me decía la
directora del lugar, solo podía moverme ansioso hasta que una de las celadoras
trajo a nuestro pequeño, ya vestido y listo , desde ese momento, desde el
momento que me levanté de la silla y le cargue, juré no soltarlo nunca más…
Max, por
otro lado, parecía encantado pero temeroso de lastimar al pequeño , se veía tan
chiquito en sus brazos …
Mathy es un bebe precioso, tiene tres años de edad, de ojos castaños y cabello rubio oscuro, es muy curioso, y cuando digo MUY curioso, no exagero… por dos años estuvimos visitándolo, y cada una de nuestras llegadas era ver una luz única en sus ojos, ni hablar de que m corazón se moría de ganas de que al fin pudiera llamarlo nuestro hijo… adoptó todas nuestras mañas, la curiosidad e hiperactividad de Max, y también mi gusto por las cosas dulces avainilladas.
Mathy es un bebe precioso, tiene tres años de edad, de ojos castaños y cabello rubio oscuro, es muy curioso, y cuando digo MUY curioso, no exagero… por dos años estuvimos visitándolo, y cada una de nuestras llegadas era ver una luz única en sus ojos, ni hablar de que m corazón se moría de ganas de que al fin pudiera llamarlo nuestro hijo… adoptó todas nuestras mañas, la curiosidad e hiperactividad de Max, y también mi gusto por las cosas dulces avainilladas.
-Alex – Max
me llamo despacito y tendió los brazos para sujetar a Mathy y ponerlo en la
sillita trasera, si había sido meticuloso al extremo, acondicionando toda la
casa para recibir a nuestro hijito…-
Mathy por
otro lado miraba todo con sus ojazos brillantes, mientras Max le cantaba
canciones infantiles y yo trataba de concentrarme y conducir hasta nuestro
departamento.
Al fin
llegamos a nuestro hogar, es un piso completo en nuestra ciudad, cerca de la
editorial donde trabajo y también cerca del colegio primario, en donde Max da
clases de educación física.
Cuando
entramos, lo primero que hiso Mathy es correr al sillón, donde Dil, mi viejo
amigo felino, dormitaba plácidamente y casi ni se inmutó por la repentina
avalancha de balbuceos y palabritas sueltas, caricias y apretujones , después
de todo, Dil estaba acostumbrado a mis estados de ansiedad adolecente… ya nada
podría sorprender al anciano felino.
Aquella
tarde fue la primera, de muchas que siguieron, llenas de risas… abrazos… del
calor de una familia….
A la noche,
luego de su primer baño, y ya dormidito en su nueva cama, pude ver a Max,
arrodillado a su lado, acariciando su manita, pude ver con la tenue luz de noche
del cuarto, que al fin su felicidad estaba completa…
Y la mía…
El sol y la
luna... Habían encontrado al fin su estrella…
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